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Mostrando entradas de 2015

y lo sabes

Escupir a la cara del recuerdo, ese que martillea sobre el yunque golpe tras golpe dando forma al herido. Intentar gritar tu nombre desde el precipicio, tirarlo desde lo alto y dejarlo escapar. Quiso herirlo. Y lo sabes. Tu nombre y apellido pisotearlos en medio de la calle como al desvalido mendigo que golpea sin piedad el tipo alta de clase media. Quiso hacerlo. Y lo sabes. Tender la mano y darle la limosna que haga más mísera su existencia. Delante de todos, para que le vean sumiso ante las costumbres de la vida. Corriente abajo. Corriente arriba. Lo intentó. Tantas veces como fracasó. Y lo sabes. Lo sabes porque aún sonríes cuando mira a otras en otros bares y te recuerda en cada trago. Lo sabes cuando abre la puerta para salir corriendo y acabar siempre en el mismo sitio. Lo sabes porque siempre te lo dice cuando en plena resaca escupe a tu cara el recuerdo de tu olvido.

Desdibujada entre sombras

Me puedo desdibujar en los recuerdos de aquellas noches. Ahogarme con los borrosos tragos de suspiros lejanos que, se arrastran como siervos mundanos del cielo empedrado, ese que anuncia agua. Lluvias de otoño, invierno o verano, qué más da la temporada, si la estación es la que pasa de infierno en infierno cada vez que te pienso en otra primavera. Puede que nunca supiera dibujarte  como te lo merecías, y que la saturación terminara por emborronarte sin remedio, sin medias tintas ni tonos claros. Y claro, el color se aja, y el artista se olvida de lo que en realidad importa, la obra de arte. Tú, mi obra de arte. Ahora te pienso en medio de nada, encerrada en esa palabra tan mencionada. Vintage. Pero sin el toque de estilo que puede resucitar lo viejo y recordarle que lo mejor de la vida pasó de moda, de largo, de lo que sea, pero pasó. Pasó y ya no está. Ya no estás. Ni tan siquiera en la memoria del papel, couche, mate o verjurado. Con toques dorados en una esquina, que le da ese a

Me perdí de vista

Perdí de vista mi vida, en un lejano día que ni llega, ni se olvida. Me perdí de vista.

Cuéntame una historia - Noche, beso, despedida

Despedí la noche con un beso a ciegas, en medio de un tumulto de risas cercanas que no me hacían ninguna gracia. Era como estar en invierno dentro del mismísimo infierno. No recuerdo muy bien mucho más. O no quiero recordar. Qué más da. Los detalles nunca se quedan conmigo, esos pequeños enanos inquietos que no dejan de aparecer en cada esquina de este jardín que es la vida. Nunca me quedé con sus nombres. El único que recuerdo es el enanito gruñon, curioso, de este no me olvido. Al final de cuentas (otra cosa que no controlo), lo que importa es el resultado, ¿no? Y como dicen las matemáticas, uno más uno son dos. Ahora quítale uno y te quedas contigo misma. Suma y sigue, si tienes ganas. La culpa fue mía, por querer despedirme, de noche, y con un beso. Hay momentos en los que es mejor pirarse con lo puesto, deprisa, sin decir nada y sin dejar pistas. Pero no, yo tuve que ser "bien educada", como mis padres me enseñaron. Si fuera maestra, le enseñaría a los niños una verdad

Yo soy

París Kenia Griego Beirut Kurdo Gaza Judio Cristiano Musulmán Budista México Ruso Ucrania Líbano Tiananmen Sirio Irlanda del Norte Hiroshima Nagasaki Hutu Tutsi Camboya Manila Sidi Rais Londres Tibet Argentina Vannista Serbio Armenio Nanking Túnez Madrid India Nicaragua Indio Americano Chile Chino Sudafricano Nueva York An Lushan Somalia Indígena Esclavo Hombre Mujer Humano Hermana Tú Él Nosotras Vosotras Ellos Yo soy todo Yo soy nada Yo soy

Showroom

Voy a desvestirme despacio. Poco a poco. Me iré quitando las dudas de encima. Desabrocharé la tristeza, soltaré el odio de las piernas y, con mucha delicadeza, desataré la responsabilidad atada        a      la        espalda. Dejaré cada cosa en su sitio, dentro del armario que abro y cierro cada vez que busco algo (nuevo) para despistar el mal cuerpo. Al final, siempre me pongo lo mismo, pero yo siempre lo intento. Mañana volveré a abrirlo y me pondré de nuevo toda mi ropa para vestir el día desnudo y  cubrir la piel abierta. Quizá, pruebe algo diferente y me ponga la tristeza debajo y la sonrisa encima. Superponer tendencias dicen que está de moda.

De vez en cuando me pierdo

Puede que me pierda de vez en cuando, lo admito. Entre dimes y diretes, prisas y cagando leches, ahoras y de inmediato. Pues sí, lo más lógico es marcharse y perderse. Para no volver. Las expectativas simpre te las ponen altas, y lo normal es que tu quieras saltar aún más alto, ya sabes por eso de quedar bien. Ante el espejo. Ese que ni te mira. Ese que tu crees que te mira. Ante semajante alarde de "valentía" (para entendernos mejor, llamémoslo gilipollez), lo más normal es que te caigas. Sí. De bruces y sin almohadillas. Y sí, te haces pupa. Deberíamos aprender de la experiencia (dolorosa) que nos deja marcados de heridas de esas que no se ven. De esas que se llevan por dentro. Escondidas debajo de la sonrisa tan bien puesta. Pero como "los debería", lo normal es que nos los pasemos por el forro de los pantalones (a la altura de los cojones siempre), pues repetimos la experiencia. Al final, llegaremos a viejos, si llegamos, y seremos como casi todos. Queji

Un domingo de lluvia

Un domingo de lluvia Te dejas caer un domingo (cualquiera) de lluvia, estrellando tu olvido contra el cristal. Despertando lo que fue mi vida del sueño (que fue la tuya). Inundando de mar todo lo que rodeaba el infierno instalado en ese invierno, que por momentos, nunca termina. Por un momento, cerré los ojos, y no escuché tu latido de súplicas. Por un momento, abrí la ventana y dejé que te escaparas.

Nunca me dijo adiós

Vi su espalda mientras se alejaba. Antes de girar y doblar la esquina se dió la vuelta, por un instante me miró, y me vió. Una vacía sonrisa asomó en su rostro, luego se volvió y siguió su camino. No la he vuelto a ver, pero nunca me dijo adiós.

Quizá

Quizá este sea el momento, ese en el que por fin miras de frente a la vida, y sin miedo, te lanzas a ella. De lleno. Sin paracaídas. Con las manos abiertas y el cuerpo suelto, para que los golpes no duelan tanto. Quizá hoy te atrevas, a soltar el pasado que arrastras de lejos y cargas por encima del mañana. De golpe. Sin mirar atras. Dejando el paso liviano de quien aún quiere soñar y volar. Quizá el miedo vuelva una vez más, por la espalda y sin avisar, tu estómago siempre lo olerá. De nuevo. Sin piedad. Sembrando los días con todas las pesadillas de aquellas noches perdidas en la oscuridad que nunca te dejan en paz. Quizá. El quizá siempre vuelve. Quizá, hoy lo dejes pasar, de largo. Quizá.

Somos instantes

Hay momentos que pasan a tu lado sin a penas darte cuenta. Son de esos de los que casi nunca te acuerdas, ni le das demasiadas vueltas. Simplemente, un día cualquiera, como muchos más, sucedieron. Así mismo, sin pena ni gloria, como se fue, llega un instante en que, ese, justo ese, te aplasta. Se revuelve, sigiloso, como si nada. Y de pronto, dado la vuelta, te agarra del pecho, te mira y te grita a la cara: ¡mírame! ¡Aquí estoy! ¡Soy yo! ...por favor, no me olvides. Somos instantes.

Piedras del camino

A veces, las piedras, te hacen ver otra perspectiva del camino.

El tiempo perdido entre metáforas y otras cosas de estas

¿Sabes cariño, que a veces, de pronto, se me clava en el estómago unas ganas tremendas de verte? ¿Que se me cuela por una esquina del corazón una sonrisa pasada que me despierta el recuerdo de tu boca? ¿Y que las cosquillas de la imaginación acarician hasta la penúltima célula de mi memoria que desea tenerte muy cerca ahora? Hay instantes que duran eternidades, y momentos que horadan el tiempo sin saber quedarse quietos. Yo me paro, en uno de ellos, en el que te tengo. Y por más que lo atrapo no se repite eterno. Te recuerdo cada vez que por el mundo te huelo. Te sueño cada vez que en el horizonte cierro los ojos. Y te veo. Mas no te tengo. Mas tenerte anhelo. Sabes cariño, que intento escribirte en tu ausencia, que te busco en palabras que dibujan tu presencia (lo intentan), en un mar abierto de besos, perdidos, palabras susurradas y miradas cercanas, con tus manos sobre mi piel acariciando la luna de una noche eterna. Tu noche. Mi luna. Llegará un día, cariño, en el que la poesí

Me acerco y te miro

Me acerco y te miro y al mirarte sabes que me veo. Me veo en tus palabras, en tus sentimientos, en tu anhelo, en tu recorrido que te llevó hasta el mío. Me sereno al contemplar tan bello paisaje, laguna verde, acogedora y tan hermosa. Tu serenidad apaga mi ansia cuando lloro y mis lágrimas descansan en tu mirada, y esos pececillos tan inquietos que rondan cada día por mis aguas, antes revueltas, hoy tranquilas, se calman. Desde que me veo. Desde que te veo. Al mirarte. Al mirarme.

Septiembre

Voy a pintar septiembre de mil colores, de esos que me descubriste, de esos que me regalas al verte, además del marrón y del verde, del blanco y el negro, el gris, el azul, el rosa y el amarillo, que para eso se inventaron los tonos y los pantone mi vida. Lo haré un siete, mejor que un nueve. Te lo explicaría mejor, quizá otro día, hoy prefiero encerrar el duelo en el cajón que no se abre, aunque tampoco por siempre se cierre. Nunca supe las consecuencias que me traería dibujar aquellas letras, esas que solté a bocajarro un día de esos que te pilla el frío del final del verano, de repente. En realidad, nunca supe nada, y seguiré toda mi vida sin saberlo todo cariño, eso te lo aseguro. Pero soñarte fue lo más bonito que hice. Y saberte es lo más bonito que tengo. Es curioso lo de estos verbos. Porque contigo hago de los sueños realidades, y tu y yo tenemos realidades aún por soñar a raudales. Voy a seguir hablando de septiembre, por hablar de algo, que ya sabes que hablar no es lo mío

Hoy (contigo) me gusta

Te busqué tanto. En las esquinas abiertas y las curvas cerradas, en la luz, en la oscuridad, en los puñales fríos que se clavan en invierno, en las hogueras de San Juan, en los días que nunca acaban de un mes de Julio, en las fiestas, el alcohol sin medida y el olor a libro nuevo que te recuerda que todo vuelve a empezar. Te busqué tanto. Y al final, cuando te encontré, casi me equivoqué. Me tropecé en todas las esquinas. Atravesé las curvas sin frenar. Quise apagar el sol. Encender la noche. Calentar el invierno. Apagar el fuego. Saltarme el verano y nunca volver empezar. Y hoy, te sigo buscando. Cada día. Y hoy, te sigo descubriendo. Cada día. Y hoy me gusta. Hoy me gusta desconocer lo que pasará y desear que pase contigo. Hoy me gusta mirarte con los ojos abiertos y cerrarlos cuando me besas. Me gusta saber que a veces hablas sin parar, y a veces te callas. Me gusta tener ganas de verte, e incluso, a veces, me gusta no tenerlas. Hoy me gusta saber que no tenemos que e
El dolor existe El dolor existe en cada gota de bondad. Grita a voces por ser perdonado, pero su ser es inquebrantable, e inevitable. Tiene que estar. Tiene que ser. Sentir. Doler. Marcar. Enseñar. Y quedarse para recordar lo que una vez fue. Siempre será. Y jamás olvidarás. Sigues caminando. Viviendo.

Algún día

Algún día El hambre de tantos años, se acumula en el centro de todo lo que eres. La mayor  parte de los días no molesta, simplemente duerme, pero a ratitos abre los ojos y se despierta. Ruge, se remueve, grita y llora desesperado, hasta que consigue oírte, y vuelve a dormirse. Son esos momentos, de desesperación, de anhelo. Son esos momentos, en los que te rompes, en los que mueres un poquito por dentro. Día tras día te va quedando menos. Día tras día repites tu verdad. Algún día... el hambre se irá.

Cómo decir te quiero sin esperar respuesta

Cómo...? Cómo decir te quiero…sin esperar respuesta Dibujando en el viento tu sonrisa con los colores de mis recuerdos. O cerrando los ojos para estirar mi mano y rozar con mis dedos tu cara en el hueco vacío de tu cuerpo junto al mío en la cama. Soñando despierta con tu mano aferrada a la mía mientras camino sola por la arena. Besando tus labios, ¡divino sabor de fruta prohibida!, en cada pareja que mis ojos contemplan amándose en el banco de debajo de mi casa. ¡Cómo decir te quiero sin esperar respuesta! Soñando con momentos que no llegan. Imaginando una vida completa a mi alma desconocida. Amando con todas mis fuerzas. Amando… ¿Cómo decir te quiero sin esperar respuesta? Quererte es la respuesta.

Desde que te respiro

Desde que te respiro ando mejor de lo mío El médico me ha dicho que los delirios han desaparecido. No hay restos de intoxicación, y trago mejor las dichas, incluso tras las desdichas. Ya no necesito reposo, ni guardar los milagros para otro momento. Ahora, tan sólo vivo de mirarte cada mañana cuando me despierto, cada noche cuando me acuesto, y pensarte en los momentos de vacío. Dejé las pastillas y el viejo tratamiento de evitar los disgustos. Hay días que aún me pierdo -dios me libre de salir del laberinto- pero contigo, me parece divertido. Nunca entendí la diferencia entre analgésicos y antiinflamatorios, pero cuando te tomo despacio y a pequeños sorbos no hay culpa que me duela en el pecho. La cabeza ya ni te cuento, se me perdió aquella noche que te miré a los ojos, creo que aún anda buscando la salida de este cuento, en alguna hoja perdida de esta historia de locos. Si de enfermedad he de morir

Historias ancladas

Hay historias que perduran, ancladas en la arena de los recuerdos, hundidas en un mar de reproches que baten sus olas cual temporal de invierno. Y las dudas afloran con la marea baja. Y se encallan, y permanecen atadas al alma hasta el próximo día que salga el sol. Me perdí, lo reconozco. Me ahogué en mi propio vómito de culpas ajenas y excusas propias. Sin mirar, sin querer mirar, con las manos en los bolsillos y la cabeza gacha para no ver la tierra girar. En un mundo imaginado que quería pintar sin saber a penas dibujar. Nunca entendí los porqués, tampoco intenté hacer preguntas, con callar me bastó, para qué decir nada, ni más ni menos. A bocajarro disparé al destino, y herré el tiro. En un descuido me respondió la suerte, corriendo por patas, en la primera esquina que doblé, aprovechó y me perdió de vista. No soy nadie para suplicar reproches, ya ni las súplicas me hacen efecto. Gasté todas mis cartas en una partida amañada, y perdí. ¡Hay que ser mantas!

Verso versos

 (intro)verso Soraya Benítez (adaptación) Verso versos, algunas veces. En ellos me vierto para olvidar los olvidos en un escueto encuentro de sentidos exaltados. Acariciando lamentos de viejas historias que se escriben con tinta amarga. Lento, sin saber a dónde lleva el camino, si es de ida o sólo te lleva de vuelta a ese rincón en el que me pierdo cada vez que te escribo, cada vez que te leo. Verso a verso me sumerjo en un mundo donde hay hielos ardientes y fuegos fríos. Muros que te llevan al cielo y bosques encantados que se tragan tu silueta reflejada. Mil caretas y una sola puerta de entrada o salida. Hay tantas descabelladas letras que, de pronto, se juntan para acariciarte, desgarrarte, amarte, ahogarte, sonreírte, abrazarte, abofetearte, insultarte, susurrarte, gritarte… Entre verso y verso las palabras se pierden en un vasto universo de posibilidades, y la poesía las encuentra, las junta y forma esa hermosa melodía que suena donde los oídos del mundo no

Bailar con los deseos pegados

Bailar descalzas con los deseos pegados. Hundidas las miradas en la luz que enciende las palabras. Esas palabras que acarician sin necesidad de manos, sin necesidad de sonar más allá de mi boca pegada a tu piel. Palabras que hablan despacio, recorriendo todo el camino que siempre quisieron recorrer. Ese camino que cuando callan, anhelan en gritos ardientes de aullar al mundo que es tu cuerpo donde habita mi sentido. A veces callo, callo y sólo miro. Dejo que me trague ese universo desconocido que me atraviesa con tan sólo un suspiro. Y me pierdo. ¡Oh, sí! Me pierdo. Entre sonidos, palabras, tus ojos, la música y los míos, de vez en cuando tropiezo. Tropiezo en tu espalda. En tus piernas. En tus muslos. En   tu vientre. En tus pechos. Tropiezo una y otra vez. Reconozco que, a veces, soy un poco torpe y…tropiezo. La música se agarra fuerte a mis senos, me aprieta, me pellizca y me acaricia todo mi ser, con esa melodía suave y tierna pero

(Te)

Delante te tengo, te lamento, me arrepiento. Delante, a un tiro de caricia. Delante de ese muro que construyo para no decir (te) las cosas a la cara, de verdad o de mentira, para no decir (te) nada. Y entonces, delante (te) lloro.

Sueños tirados en la calle

Cada día me encuentro más sueños tirados en la calle. Los veo por todas partes. En los parques, en los bancos, en una esquina de cualquier calle, o en medio de aquel lugar que no lleva a ninguna parte. De mañana, de tarde y de noche los veo. Agotando los tiempos muertos, guardando los recuerdos en cualquier agujero para no volver a verlos. Sucios. Hambrientos. Con las ojeras colgando de las manos abiertas, y los ojos apretados en los puños para contener la rabia, para no ver lo que alrededor pasa. Pasan los turistas de otras vidas, o los que siempre van de paso pero nunca pasan. Los de la vida vacía y la cartera llena también pasan. Los que no miran ni por donde caminan. Los que miran y aún y todo tropiezan. Los que a veces paran. Y, los que siempre paran. Se están llenando las ciudades, rebosan de urgencias e impaciencia por llegar, siempre corriendo, al final de cada día. Entre tanta prisa, ¿cómo mirar por

Tormentas tras el cristal

Para la mayoría, las tormentas son para ver tras el cristal. Pero si no sales a fuera, nunca oirás la ira del mar gritando libertad, ni sentirás el viento azotando la conciencia de la naturaleza despierta ante la vida, ni verás llorar las nubes sin consuelo intentando saciar la sed de la tierra pisada sin paz... Tras el cristal, encerrada en esa confusa seguridad, no hay tormenta...ni hay vida.

El mar calma mi pena

Sabes, el mar calma mi pena, consuela mi dolor tantas veces paseado por su orilla, dejando escapar en la libertad de su inmensidad los suspiros de aquello que no encuentro...quizás el mar, que tanto ha visto, vea por mí aquello que yo busco, quizás la brisa me devuelva algún día el suspiro que busca al mío.

Voluntad

Despeinada la mirada y la sonrisa traviesa sin querer. Queriendo me robó aquello que guardaba debajo del colchón. ¿Cómo explicar al loco corazón que baila libre y contento que no sienta y se quede quieto? ¿Cómo decirle que se olvide? Que lo deje pasar y mire para otro lado, esquivando esas balas que tus ojos disparan. Balas que atraviesan los silencios y los sonidos, horadan de pecho a espalda las ganas y la impaciencia. No se a dónde apuntaban tus pupilas pero herida de muerte calló mi voluntad. La voluntad de amarte en todas tus vertientes. De dibujarte con mil colores, de beberte a pequeños sorbos con mis labios sedientos de saborearte. Voluntad de volar en tu vientre, escalar tus pechos, perderme en tu océano, enredarme en tu pelo y despeñarme desde tus piernas hasta tocar el cielo. Sólo un camino lleva a tu piel, yo caminaré hasta el último kilómetro y al final ya no habrá camino, ni piel, ni t

Decidí

[…] pero preferí averiguar qué eran los dos bultos que me nacían en la espalda y echarme a volar. Begoña Abad Decidí romper esta cadena que me ata a los pies de tu cama con desgana, sin importar si es de noche o es de día, si estoy a solas conmigo o sólo vivo los restos de tu presencia. Decidí escupir ese sabor amargo que me queda tras el sorbo de un encuentro, abandonar el camino, no cargar con tus culpas ni pedir más disculpas, romper los glaciares, recoger los cristales de la vida que rompiste y buscar mi desvío. Decidí no volver a salvarte volar y no ahogarme, cerrar las puertas del infierno y caminar descalza por el cielo. Decidí ser yo, solamente yo, sumando una y no dos. Sin un "nosotros" que nos una restarte a ti es la solución. Decidí ser libre. Ser yo. Sexta colaboración Soraya Benítez Nuria Sobrino

Olvidar

Olvidar, oh quisiera, todas mis vidas. Centrarme, sólo en esta en la que me miras, y de pronto, la bruma se disipa. Olvidar, los recuerdos de niña, cuando el miedo me invadía de pesadillas que asustaban (y asustan), a la pequeña pecosa de las trenzas y las coletas que valiente príncipe se creía. Olvidar los juegos infantiles, cerrar heridas, crecer, aumentar en perspectivas y hacer altas las miras. Soñar con tocar el cielo y volar. Caminar por el arco iris, navegar sin velas al lado de los delfines, saltar tan alto que las vallas no puedan frenar al viento. Por qué no... Olvidar las limitaciones impuestas por costumbre. Las lenguas que hablan y reptan entre palabras convertidas en moribundas, echadas en los discursos sin gloria ni pena. Arrojadas como fieras hambrientas que horadan las almas en vela, porque las vidas ya no les alimentan. Olvidar todas las modas con las que vestí mi subsistencia. Desnudarme. Robarte una mirada, y quedarme a vivir en ella.

Libre

Te escapas, entre las rendijas de los sueños de cada día. Entre mis dedos que intentan asirte, ¿cómo se sujeta el aire? Eres libre, y tu libertad te embellece. Y así yo te amo cada noche, libre .

Vacía

Vacía el hogar, la maleta y esa mirada puesta. La que aderezas con unos toques de vida interpuesta. Donde los remates no llegan se esconden las peores vivencias. Ahogadas en noches sombrías que desalojan eternas vidas.        Esas que no se cumplen.        Esas que se olvidan. Barres los restos de los supiros y los escondes debajo de la alfombra, para que no se te olvide que algún día tendras que recogerlos. Ya no recuerdas qué te contaba la luna cuando a la noche se escondía debajo de tus sábanas. Asustada de su propia vida visitaba un hogar conocido de su penumbra. Tus oscuras veladas de insomnio gratuito consumieron entero el cirio. No sopló nadie, se apagó solo, como quien oye llover debajo del olivo, resguardado de las gotas del mal querer, pero expuesto al ruido, y a la tragedia que riega el campo de tanto desperdicio. Y ahora, con todo a cuestas y sin nada que perder tira todas las apuestas y camina como si nadie te pudiera ver.

Quiero...

Quiero decirte... Quiero agradecerte... Quiero... La vida son esos momentos cotidianos, pero intensos, vividos sin prisa, que pasan sin darte cuenta. Recordados en el olvido de sensaciones perdidas guardadas en un rincón, nunca hallado, pero siempre buscado.

Decir(te)quiero

Decir: “te quiero”, diré si te miento. Decirte: “quiero ver un mañana en tu olvido”. Despertar del sueño que te viste de seda en un mundo de cuero. Borrar las tormentas que calan los huesos ―y el alma― como la niña pequeña que ensaya caligrafía corrigiendo las letras torcidas. Decirte: “no quiero mirarte”, pero te miro porque no puedo dejar de hacerlo. Cómo cuesta despegarse de los besos, de los recuerdos. Voy a descoser todos mis bolsillos para que salga la calderilla, que deja la bolsa llena de peso sin valía. Por eso, decir: “te quiero” es algo que ya no puedo decir contigo. Despegarme quiero. Despegarme de la que vuelve para quedarse cuando yo no quiero, cuando ya me he ido. Despegarme las dudas y las excusas que disparan las mentiras con dirección de ida y vuelta. Despegarme del camino de tus vértebras donde llevo atadas mis manos en un abrazo suicida. También, pegadas a mis costillas llevo tus sonrisas y, a mis pi

(A)Diós

A Dios dije una noche, no llores más debajo de mis sábanas, escondido del insomnio de quien ni duerme ni despierta. Deja la conciencia tirada en aquella playa, desierta, donde la bruma  nunca se disipa, anclada cual estatua como la mujer que volvió atrás la vista. A Dios pedí el cielo una noche de invierno, o verano, ya no me acuerdo. Con las estrellas quietas para que yo pudiera contarlas una a una, dibujando mis sueños sobre ellas. Adiós quiero decir. Adiós a los monstruos que se esconden debajo de la cama las noches encendidas de rayos y centellas. Adiós entre dudas y certezas agarradas al estómago un día cualquiera de borrachera, y eso si te acuerdas. Adiós al camino entre hortigas que de tanto luchar con ellas te llenan aún de más heridas. A las batallas perdidas, a los billetas de vuelta, siempre más pequeños que los de ida. A las golondrinas que siempre seran oscuras desde mis cristales si me visitan. A Dios quiero decir y adiós digo. Ni contigo ni sin mí, pero a mi manera, d

(Des)bordando el mar

Dando brazadas en un vaso a punto de rebosar, desbordada, salpicando todo fuera. A mi alrededor, el mar. Desbordada, casi ahogada con tanta meada ciega. Cerrar los ojos quisiera, no darme cuenta de nada. La ignorancia da la felicidad, dice su balada. ¡Formateen todos mis principios! ¡Bórrenme los amores! Quemen la papelera y olvídense del backup. ¡Desbordada! Desbordada y cansada de gritar en esta selva en la que todos luchan. ¡Quiero parar! Quiero invernar en un lugar donde el político sea oso hormiguero y los banqueros solo ardillas con castañas para custodiar. Quiero pasar allí el invierno, lejos de la incertidumbre y este malestar. Quiero dejar de remar entre tanta gota corrompida. Ojalá encuentre una salida, el camino que me lleve a la ciudad donde la horchata recorre las venas. No tengo miedo a lo desconocido, quién sabe, quizá allí coja el ritmo. Si la encuentro, colgaré un marco en la puerta (de mi casa) que diga: “aquí ahogarse está prohibido”. Curta colaboración: Sor

Sólo un camino lleva a tu piel

Sólo un camino lleva a tu piel, yo caminaré hasta el último kilómetro, y al final ya no habrá camino, ni piel, ni tú, ni yo. Sólo habrá un universo infinito estallando en un suspiro.

Molesta es hoy mi palabra

Buenos días, se suele decir. Cualquier mañana de cualquier día. Muchos por pura cortesía, y algunos, con hiriente ironía. Mas estos hoy a mi me salen del sentir de mi casi alma. Digo casi por no decir nada, pues hoy ando molesta. Que no digo inquieta ni furiosa o hambrienta. Aunque si miro ahí, donde el vacío pasa sin pena ni gloria, hambre hay, de eso, de gloria. Molesta, esa es hoy mi palabra. Molesta el día. Molesta el calcetín. Molesta la bruma. Molesta la gente que grita. Molesta el niño y su pelota. Molesta el camarero, ¡maleducado! Molesta la bocina del coche que pita al coche que para en doble fila. Molesta la bici y el "biciclista" que casi me pilla. Molesta la acera con la baldosa suelta que salpica. Molesta la política. Molesta la injusticia. Molesta el hambre de los pobres olvidados de la vida. Molesta la vida de los que la desperdician. Molesto yo con tanta molestia.

Duele sin mí

Nada más solitario que el dolor porque también excluye a quien lo siente, si con él se traiciona o se acompaña. De mi propio vacío siempre yo el excluido. Luis García Montero. El dolor me ha echado de mi propia soledad. Ahora vago sin ti, sin él, conmigo, ahogada en mi mutua compañía. Profundidad, oscuridad sin límite que empieza y termina en mí. Te nombro, al viento que pasa sin pronunciar palabra. No veo tu rostro, carente de memoria. No respondes, tan solo te escondes en alguna miseria urgente, olvidando los pronombres que nos mencionan. Ausente de tu silencio dentro de algún tugurio apartado de la cordura, empapo en vino palabras esquinadas en el olvido. Soy yo quien vino a por el trago mas siento que es el vino quien me traga. No importa el sentido, aquí y ahora, entre tanta gente doliente, gritando al mundo. La noche en las calles de esta ciudad deshabitada alumbra a los desmemoriados que llevan el paso a    rras           tra                do. Y yo me detengo debajo de c

De cisnes, ladrillos y asesinos...por venir diciendo algo

Devorando cisnes se labraron muchos el porvenir —por venir diciendo algo— Invisible corazón que devora esperanza(s) Vida de la que llaman civilizada ellos, ellas, la opulencia renombrada. Esperpento reflejado en las caras. Deambulando sin seguro de asistencia técnica por una autopista de seis carriles. Desvencijada la postura del joven que voló en busca del salvavidas mirando de frente al miedo. ¡De frente! Más alto que las nubes se encontró el muro, inalcanzable, infranqueable. Construido con ladrillos agrietados, lleno de agujeros (re)llenados, resquebrajando la casa que habitaba el del primero izquierda, o el del segundo derecha, la mano no importa. Al final, se derrumba. Sin estruendo, sin consecuencias, suyas. Derruido el aliento en el lodo de los que juegan al Monopoly con tus sueños —y tu dinero—.  Entre prebendas, grandes cenas y comidas que nos quitan para tirar a la basura. Miran para otro lado, esquivando las cestas de la compra vac

Enzarzada

Cómo llego a ti si me pierdo a lo lejos y me enzarzo cuando te tengo delante. Cómo acariciar el humo pétreo que te envuleve sin salir ilesa, ni con el corazón lleno de sarpullidos más que herido. Cómo no quedarse helada, fría, húmeda, rancia, salada y olvidada por el tiempo, o el espacio que más da si yo no te encuentro. Cómo ver, si me escondes, en el silencio que no habla más que lo que calla, ni menos muestra que lo que no enseña. Cómo no perderme Cómo encontrarte. Cómo...

Abriendo huecos

Abramos un hueco en la vida, en las horas que nos roban las obligaciones asumidas. Hurguemos en la herida abierta de tantos días diciendo sí mientras el no se nos dormía. Dejemos correr el agua enlodada de mentiras, ahogada en la corriente cívica de sociedad y pleitesía. Ellos, imprevistos, en un momento de descuido tiraron de la cisterna, sin tan siquiera habernos dado tiempo a mear fuera del tiesto. Nos arrinconaron los momentos, nos hicieron suyos sin tener permiso, ni de ellos ni nuestro. Como quien ve pasar un tren en la distancia dijimos adiós a tantas cosas... Soñar era gratis, pero vivir, ¡vivir se ponía por las nubes! Buscábamos entre la basura del tiempo, regateando momentos, inventando espacios que nunca encontramos y a pesar de tantas paradojas nos seguimos hallando. Entre sonrisas y miradas, torrentes de palabras acariciadas por la aire que se estremece ante la piel de las caricias imaginadas. Rodeadas de ladrones de silencios y d

Mar que lloras

Rescatando antiguos naufragios... Mar vacío que lloras porque tus hijas te abandonaron. ¡Escupe tu furia contra la madre usurpadora!, esa que te roba las esperanzas de toda una vida. ¡Levanta la cabeza! ... y observa, ya no te queda nada. Riqueza incomparable que un día tu alma atesoraba hoy enmudece ante la mirada de esa sonrisa abandonada. ¡Contesta a mi pregunta! ¿Por qué dejaste que te las quitaran? Hoy ya no hay llanto que valga, ni vientos ni tormentas servirán para devolverte aquello que más amabas.

Día demente

Hoy me pillo por banda el tumulto. Se me arremolinó dentro y estuvo inquieto. Mirando por aquí y luego por allá. Estrujando, apretando, me asustó, me irritó, por momentos me enfadó y hubo un instante en el que me estranguló la vida, con doña angustias de por medio. Como un cuento de miedo, de los que empiezan con muerte del yo y en todo su auge destripan el día hasta que te caes rendida ante la realidad de la vida. Y parece mentira lo que cansa tanto remolino dando vueltas. Nadas a contracorriente desde que amaneces, y aunque con todas tus fuerzas intentes alcanzar ese lugar donde tocas pie y te sientes medio segura, la resaca te arrastra al medio de ese sitio en el que no te ahogas. Pero te hundes, te hundes y tragas agua hasta que el aire ya no se siente. Agotada ando, arrastrando cuerpo y sujetando mente. No se por cual empezar el mantenimiento... ¿alguna sugerencia demente?

Tengo el sentimiento revuelto

Tengo el sentimiento revuelto. Ahí anda, (an)dando vueltas de las tripas hasta la cabeza. No para quieto. Remueve miedos. Nauseabundo el corazón el aliento, el lamento, mi ego. La cuerda estira, tira, marea las ideas, ahoga las entrañas. Chilla, grita, de pronto corre y sube hasta la garganta, por un momento, casi (lo) vomito, pero se (me) quedó dentro, en el fondo, muy adentro

Navegando con aires del sur

Donde se pierden las miradas, ahí descansa su alma, o se agita, ante un mar de flores de naranjos y azahares añorados en la distancia. Arriando las velas de los anhelos y las penas en los mares de los sentimientos, revueltos y agitados por las tormentas de la vida, a ondanadas por momentos casi hundida ante esas olas que con todo arrasan...y aún así inmascerable, a flote en busca de ese rayo de sol que es su vida.

Tu piel clara de ayer. Hoy mi piel abierta

Sábanas suaves y limpias                                        tu piel que me arropan bajo la noche                                        clara abrigada del mundo lejano                                        de ayer abrazando el día cubierto de sombras.                                        Hoy entre las dudas y los miedos                                        mi piel estremece al mundo ante tu alma                                        abierta.

Recuerda

Subes las escaleras con pasos cansados de otro día que termina, con el bolso, la compra, las carpetas y la vida acuestas. Un día más. Un día menos. Esa mirada no favorece. Entristece la sombra ya apagada de media tarde, o medio día tirado por el retrete, depende de como se mire. Te enfundas la sonrisa que ya no convence y entras. En casa. En casa, sucia de porquería, llena de mil cosas sin hacer, de niños que quieren ser adultos -así empezamos todos el suicidio colectivo-. Entras. En casa, sucia de quejas, llena de mil cosas sin decir, de adultos que se comportan como niños. Entras. En casa. Y tu quieres salir. Esa rueda que da mil vueltas, que un día hiciste girar por tan sólo un beso. Ya ni te acuerdas. Dicen que había amor. Dicen tantas tonterías. Ya no recuerdas. Dijeron que eso es lo que era la vida, lo que se espera. Dicen aún todavía. ¿Tu ya no te acuerdas? ¿Te acuerdas de los recreos en el cole, cuando imaginábamos nuestras vidas? Casarnos en vaqueros, en la playa. Tener

Todas las tardes de domingo

Hoy recupero una poesía vieja, de viejos tiempos, de viejos recuerdos. Permanecen para recordarme cada día todo lo que he logrado vencer. Manto de otoño que cubres las soñolientas calles de mi nostalgia, escucho tu lamento en el susurro de la noche, tus golpes despiertan mi inocencia dormida y añoro tus palabras en mis recuerdos perdidos. Me detengo y escucho. Allá, en la profundidad del silencio, te busco. No estas, pero te siento en cada palabra que pronuncio. La lluvia me habla, escupe esas palabras tan repudiadas. Manto de otoño que siembras todas las mañanas los deseos de mi alma en las miradas de los vampiros de las noches ya pasadas. Sus labios sedientos de vida palidecen en tinieblas ante la muerte venidera. Y a veces lloro ante mi reflejo. Y a veces miento. Frío metal imperecedero que se clava tan adentro. Me hieres. Me quieres. Manto de otoño, despiértame del sueño imposible en que vivo, háblame de esos momentos que robaste a otros amantes ho

Surcando mares

Surcaré tus mares a través de las tormentas. Atravesaré las nubes oscuras del miedo. Navegaré entre las olas del desconcierto. Deseando ser tu. Deseando ser yo en ti. Deseando ser el mar tormentoso de nubes oscuras entre el miedo de tu desconcierto. Cuando me encuentre, seré tu puerto.

Se me coló la bruma

No se porque costado se me coló la bruma. En un movimiento falso. Se introdujo en mis costillas. Ahí duerme, con toda su penumbra. Despierta, a ese llanto constante de aquella niña fuerte que, de repente, ya no fue niña, ni fuerte. Ahí anda, buscando la salida. Mientras tanto, el viento frío, penetra. Humedad sin alivio, no deja salir al invierno. Sopla y corre a sus anchas. Entre nervios -sin acero- músculos y células. De abajo hacia arriba, viceversa y vuelta. Sin tiento. Arrasa. Sentimiento. Para cuando mi corazón quiso darse cuenta, ya no encontró norte al que asirse. Triste. ¡Fue de repente! El gesto se me quedó puesto. A veces, se disfraza de risa, o de vino. Vino. Sí, se coló, arrasó y ahora no quiere erguirse. Quizá, mañana pruebe a asomarme. Quizá, hasta me de por abrir una ventana y dejar que salga.

La chica del café

Segunda colaboración con Soraya Benítez Su vida. Aquella tarde ella era una sombra que orbitaba la cuchara en la taza para distraer los miedos. Hilos de humo de un café recién hecho bailaban como serpiente hipnotizada. Rodeada de gente en una tasca cualquiera. Así se sentía, cualquiera. El ruido envolvía su mesa, aunque solo oía el silencio de la cuchara en la taza. Pasó horas grises de su crepúsculo, olvidada por la hora, el tiempo y el espacio, olvidando lo que era, lo que buscaba, tragándose a sorbos pequeños ese sabor amargo de quien reconoce que ya no recuerda. Pagó y salió, casi sin darse cuenta, dentro de aquella rueda de días iguales donde el reloj no marca, donde el reloj no explica cuánto le queda a esa  melancolía de otoño que sueña con ser primavera. Y una vez más, como siempre que abandonaba su cueva, se tropezó de golpe con el mundo. Las calles pedregosas brillaban tras horas de lluvia. Se acomodó el abrigo. Tenía esa clase de frío que no se q