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Mostrando entradas de junio, 2015

Olvidar

Olvidar, oh quisiera, todas mis vidas. Centrarme, sólo en esta en la que me miras, y de pronto, la bruma se disipa. Olvidar, los recuerdos de niña, cuando el miedo me invadía de pesadillas que asustaban (y asustan), a la pequeña pecosa de las trenzas y las coletas que valiente príncipe se creía. Olvidar los juegos infantiles, cerrar heridas, crecer, aumentar en perspectivas y hacer altas las miras. Soñar con tocar el cielo y volar. Caminar por el arco iris, navegar sin velas al lado de los delfines, saltar tan alto que las vallas no puedan frenar al viento. Por qué no... Olvidar las limitaciones impuestas por costumbre. Las lenguas que hablan y reptan entre palabras convertidas en moribundas, echadas en los discursos sin gloria ni pena. Arrojadas como fieras hambrientas que horadan las almas en vela, porque las vidas ya no les alimentan. Olvidar todas las modas con las que vestí mi subsistencia. Desnudarme. Robarte una mirada, y quedarme a vivir en ella.

Libre

Te escapas, entre las rendijas de los sueños de cada día. Entre mis dedos que intentan asirte, ¿cómo se sujeta el aire? Eres libre, y tu libertad te embellece. Y así yo te amo cada noche, libre .

Vacía

Vacía el hogar, la maleta y esa mirada puesta. La que aderezas con unos toques de vida interpuesta. Donde los remates no llegan se esconden las peores vivencias. Ahogadas en noches sombrías que desalojan eternas vidas.        Esas que no se cumplen.        Esas que se olvidan. Barres los restos de los supiros y los escondes debajo de la alfombra, para que no se te olvide que algún día tendras que recogerlos. Ya no recuerdas qué te contaba la luna cuando a la noche se escondía debajo de tus sábanas. Asustada de su propia vida visitaba un hogar conocido de su penumbra. Tus oscuras veladas de insomnio gratuito consumieron entero el cirio. No sopló nadie, se apagó solo, como quien oye llover debajo del olivo, resguardado de las gotas del mal querer, pero expuesto al ruido, y a la tragedia que riega el campo de tanto desperdicio. Y ahora, con todo a cuestas y sin nada que perder tira todas las apuestas y camina como si nadie te pudiera ver.

Quiero...

Quiero decirte... Quiero agradecerte... Quiero... La vida son esos momentos cotidianos, pero intensos, vividos sin prisa, que pasan sin darte cuenta. Recordados en el olvido de sensaciones perdidas guardadas en un rincón, nunca hallado, pero siempre buscado.

Decir(te)quiero

Decir: “te quiero”, diré si te miento. Decirte: “quiero ver un mañana en tu olvido”. Despertar del sueño que te viste de seda en un mundo de cuero. Borrar las tormentas que calan los huesos ―y el alma― como la niña pequeña que ensaya caligrafía corrigiendo las letras torcidas. Decirte: “no quiero mirarte”, pero te miro porque no puedo dejar de hacerlo. Cómo cuesta despegarse de los besos, de los recuerdos. Voy a descoser todos mis bolsillos para que salga la calderilla, que deja la bolsa llena de peso sin valía. Por eso, decir: “te quiero” es algo que ya no puedo decir contigo. Despegarme quiero. Despegarme de la que vuelve para quedarse cuando yo no quiero, cuando ya me he ido. Despegarme las dudas y las excusas que disparan las mentiras con dirección de ida y vuelta. Despegarme del camino de tus vértebras donde llevo atadas mis manos en un abrazo suicida. También, pegadas a mis costillas llevo tus sonrisas y, a mis pi

(A)Diós

A Dios dije una noche, no llores más debajo de mis sábanas, escondido del insomnio de quien ni duerme ni despierta. Deja la conciencia tirada en aquella playa, desierta, donde la bruma  nunca se disipa, anclada cual estatua como la mujer que volvió atrás la vista. A Dios pedí el cielo una noche de invierno, o verano, ya no me acuerdo. Con las estrellas quietas para que yo pudiera contarlas una a una, dibujando mis sueños sobre ellas. Adiós quiero decir. Adiós a los monstruos que se esconden debajo de la cama las noches encendidas de rayos y centellas. Adiós entre dudas y certezas agarradas al estómago un día cualquiera de borrachera, y eso si te acuerdas. Adiós al camino entre hortigas que de tanto luchar con ellas te llenan aún de más heridas. A las batallas perdidas, a los billetas de vuelta, siempre más pequeños que los de ida. A las golondrinas que siempre seran oscuras desde mis cristales si me visitan. A Dios quiero decir y adiós digo. Ni contigo ni sin mí, pero a mi manera, d

(Des)bordando el mar

Dando brazadas en un vaso a punto de rebosar, desbordada, salpicando todo fuera. A mi alrededor, el mar. Desbordada, casi ahogada con tanta meada ciega. Cerrar los ojos quisiera, no darme cuenta de nada. La ignorancia da la felicidad, dice su balada. ¡Formateen todos mis principios! ¡Bórrenme los amores! Quemen la papelera y olvídense del backup. ¡Desbordada! Desbordada y cansada de gritar en esta selva en la que todos luchan. ¡Quiero parar! Quiero invernar en un lugar donde el político sea oso hormiguero y los banqueros solo ardillas con castañas para custodiar. Quiero pasar allí el invierno, lejos de la incertidumbre y este malestar. Quiero dejar de remar entre tanta gota corrompida. Ojalá encuentre una salida, el camino que me lleve a la ciudad donde la horchata recorre las venas. No tengo miedo a lo desconocido, quién sabe, quizá allí coja el ritmo. Si la encuentro, colgaré un marco en la puerta (de mi casa) que diga: “aquí ahogarse está prohibido”. Curta colaboración: Sor

Sólo un camino lleva a tu piel

Sólo un camino lleva a tu piel, yo caminaré hasta el último kilómetro, y al final ya no habrá camino, ni piel, ni tú, ni yo. Sólo habrá un universo infinito estallando en un suspiro.

Molesta es hoy mi palabra

Buenos días, se suele decir. Cualquier mañana de cualquier día. Muchos por pura cortesía, y algunos, con hiriente ironía. Mas estos hoy a mi me salen del sentir de mi casi alma. Digo casi por no decir nada, pues hoy ando molesta. Que no digo inquieta ni furiosa o hambrienta. Aunque si miro ahí, donde el vacío pasa sin pena ni gloria, hambre hay, de eso, de gloria. Molesta, esa es hoy mi palabra. Molesta el día. Molesta el calcetín. Molesta la bruma. Molesta la gente que grita. Molesta el niño y su pelota. Molesta el camarero, ¡maleducado! Molesta la bocina del coche que pita al coche que para en doble fila. Molesta la bici y el "biciclista" que casi me pilla. Molesta la acera con la baldosa suelta que salpica. Molesta la política. Molesta la injusticia. Molesta el hambre de los pobres olvidados de la vida. Molesta la vida de los que la desperdician. Molesto yo con tanta molestia.

Duele sin mí

Nada más solitario que el dolor porque también excluye a quien lo siente, si con él se traiciona o se acompaña. De mi propio vacío siempre yo el excluido. Luis García Montero. El dolor me ha echado de mi propia soledad. Ahora vago sin ti, sin él, conmigo, ahogada en mi mutua compañía. Profundidad, oscuridad sin límite que empieza y termina en mí. Te nombro, al viento que pasa sin pronunciar palabra. No veo tu rostro, carente de memoria. No respondes, tan solo te escondes en alguna miseria urgente, olvidando los pronombres que nos mencionan. Ausente de tu silencio dentro de algún tugurio apartado de la cordura, empapo en vino palabras esquinadas en el olvido. Soy yo quien vino a por el trago mas siento que es el vino quien me traga. No importa el sentido, aquí y ahora, entre tanta gente doliente, gritando al mundo. La noche en las calles de esta ciudad deshabitada alumbra a los desmemoriados que llevan el paso a    rras           tra                do. Y yo me detengo debajo de c