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Mostrando entradas de mayo, 2016

Paraíso extraño en el que me hallo

Inspirado en "El desierto de mi isla" de Elvira Sastre Soy una isla. Paraíso extraño en el que me hallo y me hundo, tendida al sol, con la piel abierta y resquebrajada por el calor que aprieta desde lo alto y profundo del ser. Humana. Rodeada de mar. ¿Cómo no ahogarse? Cómo no aprender a nadar. -Ven, báñate conmigo pero no te quedes más de lo necesario que la compañía te asusta, recuerda-. Y a mí, hay sombras que me abruman si se alargan demasiado en pleno día. No siempre es verano en las playas, el agua también llueve lejos de las olas mojando la brisa que abraza la arena, el cielo, los árboles y las rocas. Entonces nadie quiere ser isla. La mayoría prefieren ser casa que no es lo mismo en todas partes, ni siempre cobija. Pero yo, allí, en medio de la tormenta, de la nada que nada espera me quedo quieta, siendo ese sueño donde muchos se camuflan como iguanas de la vida. Y soy tronco, soy hierba, soy tierra, soy piedra. Soy gota que ah

Hablando a dos voces

Despierta una mañana de cualquier día, otro más, anudadas las palabras al cuello, tragadas a golpe de reproche que el orgullo no escupe a la cara ni a los pies de nadie. ¿Quién es nadie? Nadie puede ser un monstruo, o muchos. O, también, puede ser alguien, ese que te sonríe por la calle, sin motivo sólo por cortesía y valentía. Yo, prefiero ser alguien. Así llegó, con un sombrero de nubes grises y la palabra mojada sobre los labios. ¿Estás bien? -pregunto sorprendida-. ¿Tú que crees? -responde en un golpe de brisa-. Creo que es hora de saltar de estrofa, o mejor, pasar a otra canción que esta ya está muy oída. Podrías firmar un trato con la vocecita: regarla con vino y poesías de Elvira, ahogarla en salitre hasta que se hunda, escribirle de noche y a oscuras sobre melancolía asfixiarla, atragantarla, colmarla de rosas rojas con sus espinas. O también, podrías dejar que se vacíe en sus propias mentiras, hasta que se quede dormida sobre un lecho de lástima,

El día amaneció en la cafetería

El día amaneció en la cafetería de nuestros sueños, la del río, la del cuaderno y el bolígrafo. Por fuera, todo brillaba sacando lustre a la primavera. Por dentro, un viejo y conocido invierno mordía la conciencia, furioso, como un niño que patalea. ¿Qué te ocurre? -le pregunto- Se te va a enfriar el café de tanto esperar. Deja de asomar los labios al borde de la taza y bébetelo de una vez. Esperar -piensa-, su palabra preferida. Junta los quizá y los puntos suspensivos que nunca cierran las historias. Y al final, tan solo queda un trago caliente y amargo. Quema -me dice-. La miro con ojos entornados. Me apetece cogerla por los hombros para sacudir la escarcha que pesa en sus rizos. Que no todo el calor es malo. ¿Por qué no arder un poco? Alguna vez oyó hablar de un lugar en el que regalaban paseos por el infierno quizá -una vez más- se pierda por ahí un rato. Quizá -de nuevo- se quede a vivir -un poco de tiempo-. Dice que le han dicho tantas veces que n

Trocitos

Hoy volví a pasear por la orilla, con mis pies descalzos sobre la arena, algún grano se vino conmigo a casa, y alguno seguro terminará conmigo en la cama. Trocitos. Así me gusta pensarlos. Trocitos de otras vidas como la mía. Me gusta la idea. Igual que ese grano de arena, ese trocito de vida que ha sido ya pisado en otras playas, por otros pies, por otras vidas; hay muchos trocitos de mí recorriendo otras costas. He viajado a lugares lejanos, exóticos y árticos, he visto mundo e historias, lágrimas y sonrisas. He vivido guerras, la paz de un abrazo, la reconciliación entre hermanos, las penas y las alegrías de las personas ajenas que también esparcen pedacitos por el mundo, por el universo, como estrellas repartidas por dentro y por fuera de esta galaxia que conformamos individualmente y, a la vez, juntos, unidos, interconectados por los granos de arena, las risas, la luz, el aire, el mar, las montañas, la tierra que pisas, el oxígeno que respiras. Hoy volví a pasear por la oril