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Mostrando entradas de mayo, 2017

Cuando el universo juega al escondite

Saber que estás. Que el espacio es corto pero la distancia larga. Espesa. Niebla densa que no me deja verte, que nos separa. Y el ansia aprieta, desespera, no poder tocarte, dejar de respirarte por culpa de esta cortina que el azar corrió tras un día de calor ajeno. El nuestro, aún no se enfrió. No tuvimos tiempo ni cambio para comprar un solo recuerdo. Dime vaso vacío, dime algo que por eso te apuro. Te apuro y te miro, con el ánimo perdido y las ganas oprimidas por lo que pudo ser y se quedó en tan solo eso... un suspiro tras un trago amargo. Te llené de nuevo, y yo sigo en el mismo lugar. Sentada. Derrumbada tras la barra de un bar, hogar de gente de todas partes. Hogar de aquellos que quieren perderse, porque encontrase duele. Y yo, que ya me encontré, en ese punto que tú conoces, me pierdo siempre que el universo se retuerce y juega al escondite con nosotras dos.

Décimas I - Oh poetisa

Nada sabía yo de ti soñar era mi sin vivir sonrisa puesta y fingir habitándome sola a mí. Desperté el día que te vi en medio de mi olvido, hasta ayer asumido, blandiendo una sonrisa como arma y premisa de aquel amor perdido. No es lo más sencillo amarte de tu parte ceusta estar, fácil es aparentar mas no quiero silenciarte. Te eriges en mi baluarte en este mundo mundano que no te da ni la mano sin pedir nada a su cambio, juego de trato y concambio de pose y gran circo humano. Aquí y ahora sin embargo el universo susurra alto y claro, gloria y un hurra, y despierto del letargo. Asumo grata este encargo, desplegaré la sonrisa, aparcaré hasta la prisa, nunca lloraré sin alma, soñaré despierta y en calma mil y un letras, oh poetisa.

Mil y una maravillas

Mil y una noches oscuras —también con sus días— recorridos a tientas. Cuentos de niños que se hacen grandes siendo pequeños todavía. Leen bajo las sábanas de la vida, con la luz encendida, las mil y una maravillas escondidas debajo del traje, bien planchado, que se visten cada día. Sonrisa imaginada, pintada en la tazá del café tomado de prisa en el bar de la esquina donde cada mañana atiende José. El típico señor, ni joven ni mayor, que siendo niño quería ser futbolista. Hoy, que ya creció sirve desayunos, cafés fríos y rancios vinos a turistas y oficinistas con almas de príncipes y princesas, que nunca soñaron con ser simples sombras cansadas de las ostias que te de la vida.